A veces separamos a los cachorros de la madre antes de hora, y eso puede tener consecuencias muy malas para el futuro del can. Cuando nuestra perrita se queda embarazada es fácil que apalabremos con amigos y familiares quién se quedará a los futuros cachorros, y esas prisas por entregárselo más que un favor pueden suponer un problema. Hasta las siete semanas de vida no deberíamos separar al cachorro de la madre, aunque siempre se puede estirar un par de semanas más.
Durante esas primeras semanas el perro será lactante, aprovechando todos los nutrientes que le da la leche maternal y fortaleciendo su sistema inmunológico. Pero más allá de la vertiente nutricional está la afectiva. A lo largo de estas siete semanas la madre le enseña al perro a comportarse, a relacionarse con sus hermanos y, en general, le ofrece una seguridad que de otra forma tendríamos que darle nosotros, algo mucho más complicado.
¿Qué pasa si separo al cachorro más tarde?
Todos los expertos recomiendan separar al cachorro entre la 7ª y la 8ª semana de vida. Si antes del parto canino los cachorros no tenían destino hay que trabajar a contrarreloj para encontrarles un nuevo dueño antes de que se cumpla esta 9ª semana. Una separación tardía hace que el cachorro tenga un apego especial por su madre, y nos impedirá trabajar correctamente la educación del cachorro, sobre todo en lo relacionado a su socibilización, una etapa esencial que discurre entre los 2 y los 4 meses.
Seguro que conoces más de un caso donde el perro se ha separado de la madre nada más nacer, y sus dueños lo han criado a base de biberones. Pues bien, esos perros son más sociables con la gente al haber crecido entre humanos, pero tienen graves problemas a la hora de relacionarse con otros perros al haberse perdido una fase tan importante de la vida como la infancia. Es más, esa falta de habilidades sociales puede incluso hacer que tenga dificultades para procrear.