No es exactamente igual, especialmente en el caso del celo en perras. En ambas especies el primer celo aparece cuando los animales alcanzan la madurez sexual. Tanto en perras como en gatas, ese momento llega generalmente sobre los 6-9 meses pero depende de cada animal, de su raza y de sus características. En las perras grandes, la primera regla puede llegar incluso pasado el año y medio de edad. Por su parte, las gatas más tardías son generalmente los gatos con pelo largo.
Respecto a los machos, tanto si hablamos de perros como de gatos, tienen un ciclo sexual muy similar. En los dos casos, no existe un tiempo de celo determinado porque, en realidad, su celo depende del de la hembra. Ambos entran en celo cuando lo hace una perra o gata de su entorno y comienza a marcar territorio, desprendiendo feromonas y adoptando un comportamiento determinado para atraer al sexo opuesto.
Diferencias en el celo de perras y gatas
Son especies distintas y aunque la finalidad del celo es la misma: la reproducción, las hembras caninas y mininas experimentan cambios físicos y de conducta similares pero no iguales. Las principales diferencias son:
- Las perras son bastante más regulares. Suelen tener dos periodos de celo al año, aproximadamente cada seis meses. El ciclo de la gata depende más de factores externos: temperatura climatológica, exposición a la luz solar, estrés... Una gata puede no ciclar durante los meses más fríos del año y en cambio, encadenar dos o tres celos seguidos en verano.
- El número de días de celo también varía. El de una gata es más corto (no más de una semana), que el de una perra, que incluso puede durar hasta veinte días.
- Las perras manchan, es decir, expulsan fluidos vaginales sanguinolentos más o menos evidentes. Las gatas no, porque su ovulación se produce justo en el momento de la copulación. Tampoco el incremento del tamaño de la vulva es apreciable en las felinas, mientras que en las perras es un síntomas del celo más claros.
- En ambos casos, los cambios de conducta son algo habitual. Perras y gatas pueden mostrarse más mimosas o cariñosas de lo habitual o, por el contrario, estar alicaídas y con falta de apetito. En este sentido, una gata en celo tiende a restregar su lomo casi en cualquier cosa, algo que una perra no hace.