¿Hay vacunas de perros similares a las de los humanos?
El principio y objetivo de cualquier vacuna es inmunizar a una persona o animal frente a una determinada enfermedad. Para ello, se inocula una cantidad mínima del “virus” que la provoca logrando, así, la generación de anticuerpos. Por tanto, así es como también funcionan las vacunas para perros y sus respectivas indicaciones.
En este sentido, y solo en éste, las vacunas caninas guardan cierta similitud con las de los humanos, sobre todo, teniendo en cuenta que hay enfermedades caninas que también pueden sufrir los humanos, por ejemplo los vómitos, algunos virus, fiebre etc. Eso sí, esto no quiere decir, en ningún caso, que se pueda administrar una vacuna humana a un perro (o viceversa) porque puede ser realmente peligroso.
El organismo de un perro tiene características y funciones propias y no está preparado, en absoluto, para recibir una vacuna destinada a una persona. Lo que es una medida preventiva y beneficiosa para el ser humano podría provocar graves complicaciones en la salud del perro y en los órganos vitales del animal (especialmente en hígado y riñones) o incluso causarle la muerte.
Son muchos los componentes que una vacuna incluye en el líquido de suspensión que se inyecta: microorganismos vivos o inactivos, bacterias, toxinas, antibióticos, conservantes, estabilizantes… Además, cada una de ellas supone una dosis exacta que es la adecuada atendiendo a la edad del perro, el peso, de la raza del perro y de sus características particulares. Por supuesto, esta composición es totalmente diferente si se trata de aplicar la vacuna a un perro o a un ser humano.
Hay personas que se preguntan si los medicamentos humanos sirven para los perros, pero lo cierto es que dar a los perros nuestros medicamentos nunca es una práctica recomendable. Ante esos casos el especialista siempre tendrá la solución, pero recuerda que hay ciertos medicamentos humanos que están prohibidos para perros y las reacciones que pueden llegar a provocarles son variadas y ninguna buena.
Por tanto, si un “simple” ibuprofeno puede hacerle daño, imagina lo que le podría provocar una vacuna para la que su organismo no está preparado.